Hay muchas cosas en la vida a las que uno se acostumbra sin pensar por un momento de dónde vienen, lo que representan para nosotros y las consecuencias que pudiéramos sufrir si no las tuviéramos. Para muchos de nosotros, por ejemplo, la comida, la vivienda, las amistades y aún la familia, las tomamos por sentado. No pensamos con detenimiento en el valor que tienen.
Esto ocurre con muchos de los ritos de la Iglesia, vamos a ellos por rutina sin darnos un tiempito para reflexionar en su significado. Es más, los disfrutamos porque son emotivos y bonitos--se salen de lo común. A mí, para darles una idea, me encanta la Vigilia Pascual del sábado en la noche cuando celebramos la resurrección de Jesús. La oscuridad, el fuego pascual, las velitas, los cantos, los bautizos de los catecúmenos, todo me pone en actitud de oración por un tiempo más largo que los pocos minutos de la misa del domingo.
Pero la Pascua de Resurrección debe decirnos algo más que la simple conmemoración de lo que le ocurrió a Jesús hace dos mil años. Ella nos habla de la esperanza, o sea, la virtud que nos impulsa hacia lo infinito, lo incorrupto, el amor incondicional. La esperanza está indeleblemente escrita en el alma. No hay persona en el mundo que no sienta, o haya sentido, el anhelo de algo mejor. Que no imagine con frecuencia que sus sueños se harán realidad de la noche a la mañana. Es tanto así que a los optimistas les molesta estar en presencia de los pesimistas puesto que parece que estos ya no tienen esperanza, o la han matado.
La Resurrección de Jesús es la prueba más definitiva de que hemos sido creados a imagen de Dios. No hay dolor, no hay injusticia, no hay dificultad para la persona que confía en el amor infinito de Dios. Si no fuera así Jesús no le hubiera dicho al malhechor a su lado, "Hoy estarás conmigo en el paraíso", mientras colgaba de una cruz. O los ángeles no les hubieran dicho a las mujeres, "¿Por qué buscan al vivo entre los muertos?" Si no fuera así, Mandela, el que fuera presidente de la República Sudafricana, no hubiera sobrevivido los veintisiete años de prisión a que fue sometido por querer ver su patria libre del apartheid. Solo la esperanza lo mantuvo con la mirada firme en su objetivo.
La Pascua de Resurrección o Pascua Florida, como en muchos de nuestros países la llamamos, nos recuerda que debemos alimentar siempre la virtud de la esperanza, pues ella es la presencia de Dios en nosotros, animándonos a seguir adelante confiados, agradecidos y sobre todo convencidos de que nuestra vida ahora es solo un preámbulo de la que viviremos eternamente en su presencia.
Cuando regresen de celebrar la Pascua de Resurrección en la parroquia, tomen un tiempito con la familia para reflexionar en su significado. Usen este pequeño formato.
Encienda una vela y póngala en el lugar donde se van a sentar.
PREGUNTAS:
1. ¿Qué significa para ti la esperanza? ¿La podemos perder?
2. ¿Por qué la resurrección de Jesús es importante para nosotros?
CONCLUSIÓN:
Una vez que todos hayan compartido sus pensamientos, pídale a cada uno que diga una pequeña oración de acción de gracias por las bendiciones que han recibido de Jesús en este día.
Descargue la Estampa de Oración para la Pascua y récela en familia.
Carl Heinrich Bloch [Public domain], via Wikimedia Commons