Todos los santos fueron increíbles modelos para la santidad. Con el Día de Todos los Santos a la vuelta de la esquina, los directores y catequistas tienen una oportunidad maravillosa para alentar a los estudiantes y sus familias a vivir vidas de santidad como lo hicieron los santos. Aprenda a utilizar el Desafío Ama a tu prójimo de 30 días en su programa de educación religiosa para ayudar a los participantes a crecer en santidad como los santos. Descarga disponible en español y en inglés.
El llamado universal a la santidad está en el centro de la vida del discipulado; sin embargo, puede tratarse de algo que no se haya debatido ampliamente. Los miembros jóvenes de su comunidad parroquial o escolar pueden tener ideas sobre cómo es la santidad y, francamente, puede que no todas sean positivas. A veces les he preguntado a los adolescentes a quienes enseño qué significa la santidad, y he escuchado respuestas como "quedarse en la casa y orar todo el día", "nunca cometer errores" o "alguien piadoso y serio". Como directores y catequistas, sabemos que esto está lejos de lo que realmente es la santidad: vivir vidas exuberantes y radiantes que glorifiquen a Dios. Con el Día de Todos los Santos a la vuelta de la esquina, ¿cómo podemos alentar a los estudiantes y sus familias a vivir vidas de santidad como lo hicieron los santos?
Solo para asegurarnos de que estamos todos de acuerdo, tomémonos un momento para definir qué es realmente la santidad. El llamado universal a la santidad ha llegado a la vida de todos los bautizados. Lumen Gentium lo define de esta manera:
“Todos los fieles de Cristo, de cualquier rango o estatus, estamos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. Deben seguir sus pasos y amoldarse a SU imagen buscando la voluntad del Padre en todas las cosas. Deben dedicarse con todo su ser a la gloria de Dios y a servir a su prójimo” (Lumen Gentium, 40).
Estamos llamados a ser santos, a dedicarnos a amar a nuestro prójimo y a la gloria de Dios. Entonces, ¿cómo se ve eso en la vida real?
"Dedicarse... a la gloria de Dios" suena como una tarea difícil, pero en realidad, todo lo que significa es que vivimos una vida que apunta a Dios y que muestra su amor al mundo. Esto significa que usamos nuestros dones y talentos, los cuales Dios nos ha dado, para glorificarlo y beneficiar al mundo que nos rodea. La santidad significa vivir la mejor versión de nosotros mismos: ¡la versión de nosotros mismos que Dios vio cuando miró al mundo y decidió que nos necesitaba!
La santidad significa vivir la mejor versión de nosotros mismos: ¡la versión de nosotros mismos que Dios vio cuando miró al mundo y decidió que nos necesitaba!
El segundo elemento que Lumen Gentium enumera para vivir una vida santa es que estemos dedicados a amar al prójimo. Vivir nuestro llamado bautismal a la santidad significa que amamos a quienes nos rodean, cerca o lejos de nosotros, de la misma forma en la que Dios los ama. Esto debería decirlo todo sobre nuestro activismo social, nuestras posturas políticas y nuestras relaciones personales y familiares.
Entonces, ahora que hemos establecido qué es la santidad, ¿cómo podemos llevar a nuestras familias a la santidad?
Lo mejor que podemos hacer es mostrarles cómo vivir vidas que glorifiquen a Dios y muestren amor al prójimo de maneras tangibles y concretas. Asimismo, ayudarlos a entender que la santidad no entra en el panorama general, sino que en realidad proviene de las pequeñas y simples decisiones diarias que tomamos a cada momento. Santa Teresa de Lisieux era conocida por demostrar su amor a los demás con pequeños gestos. Ella dijo: "No pierdas ninguna oportunidad de hacer un pequeño sacrificio, con una mirada sonriente, con una palabra amable; siempre haciendo bien hasta lo más mínimo y haciéndolo todo por amor". Este es un momento perfecto para encauzar el pequeño camino de santa Teresa. Algunos pueden pensar que la fidelidad se trata del núcleo de quiénes son, y por supuesto que lo es, pero lo más importante es cómo se vive cada día. Las oportunidades de santidad están justo delante de nosotros, todos los días.
Nuestro trabajo como líderes en la vida de fe es apoyar a nuestras familias, nuestros jóvenes y niños, ayudándolos a vivir vidas santas y, para que eventualmente, puedan convertirse en santos. Podemos lograrlo alentándolos a alcanzar todo su potencial en su vida diaria y a usar sus dones para glorificar a Dios.
Primero, necesitamos ayudar a las familias a reconocer los dones que Dios les dio. Esto puede ser algo como referirnos en voz alta a sus dones cuando los vemos, diciendo cosas como "su familia es tan generosa" o "siempre están disponibles cuando alguien necesita ayuda", o puede ser una invitación para reconocer estos dones por sí mismos.
Nuestro trabajo como líderes en la vida de fe es apoyar a nuestras familias, nuestros jóvenes y niños, ayudándolos a vivir vidas santas y, para que eventualmente, puedan convertirse en santos.
Una de las prácticas más efectivas que he instituido es sugerir un diario de oración. Proporcione a las familias una lista de indicaciones y aliente a los miembros de la familia a escribir en ella con frecuencia. A continuación, una sugerencia importante: Establezca un temporizador por 5 minutos y colóquese en un lugar tranquilo y calmado. Comience a orar. Pídale a Dios que le muestre con qué dones y talentos específicos lo ha bendecido. Escríbalos. Cuando se acabe el tiempo, configúrelo por otros 5 minutos. Mire su lista. Pregunte a Dios cómo puede usar esos talentos para beneficiar al mundo y a los demás. Escríbalo. Elija un plan de acción para realizarlo esta semana.
Todos los santos fueron modelos increíbles para la santidad, pero, además, los santos son modelos dinámicos de cómo amar a su prójimo en la vida diaria. Parte de llevar a nuestras familias a la santidad es enseñarles a reconocer las oportunidades únicas que tienen para amar a los que están ante ellos.
Impartir la Doctrina Social Católica y ayudar a las familias a comprender la enseñanza de la Iglesia sobre la dignidad humana es el manual perfecto sobre cómo amar al prójimo. Comience por ayudar a sus familias a comprender nuestro llamado como católicos para cuidar a los que nos rodean y defender su dignidad porque ellos portan la imagen y semejanza de Dios mismo.
Debata formas tangibles de hacer esto, pero también ayude a las familias a darse cuenta de que amar al prójimo no se trata solo de realizar un viaje misionero por el mundo en desarrollo. A veces, amar al prójimo es lavar los platos, llevar a un hermano a la práctica o negarse a hablar mal de un colega o compañero de clase en el almuerzo. Puede significar hacerse tiempo un sábado para ayudar a los abuelos con las tareas domésticas en lugar de estar con los amigos o ayudar a guardar la ropa sin que se lo pidan.
Considere instituir el Desafío Ama a tu prójimo de 30 días en sus familias este año. Invite a las familias de su programa o comunidad a formar parte de este desafío en el transcurso de treinta días. No hay un orden específico a seguir, pero le sugerimos empezar treinta días antes del Día de Todos los Santos e intentar terminarlos antes del 1º de noviembre como una forma de representar la vida de los santos.
En el Desafío Ama a tu prójimo de 30 días, los miembros de la familia serán guiados a través de treinta pequeños actos de amor con quienes los rodean. Promueva una etiqueta, por ejemplo #amaatuprójimo30 u otra que sea específica para su parroquia o programa, para que así las familias puedan compartir fotos en las redes sociales e inspirar a otros a unirse al desafío. Descargue nuestro Desafío Ama a tu prójimo de 30 días. ¡Cuenta con treinta indicaciones listas para repartirse a las familias en su programa de educación religiosa!
Sarah Shutrop es directora de formación del Immaculate Heart Academy (Academia del Corazón Inmaculado) en la arquidiócesis de Newark. Ella supervisa la vida espiritual de la escuela y la formación de sus estudiantes. También coordina el programa de servicio de la escuela, en el que más de 1,000 estudiantes han participado en los últimos 4 años. Más de los 200 estudiantes de Sarah han sido reconocidos con el Premio al Servicio Presidencial por su dedicación al servicio comunitario. Ella tiene una maestría en Teología de la Universidad de Notre Dame, y recientemente se presentó como presentadora del Notre Dame y la conferencia presinodal de la USCCB, "Cultura de formación". Vive en el norte de New Jersey con su esposo Kevin, su hijo Luke y su perrita Jacqueline.