La Cuaresma es ese tiempo especial donde recargamos las pilas de nuestro espíritu. La Iglesia nos invita a mortificar nuestro cuerpo y nuestra voluntad. Al escuchar la palabra mortificación nos hace pensar en sacrificio, castigo, y no nos gusta mucho. Pero las prácticas de Cuaresma no son una carga. En realidad estas prácticas, oración, ayuno y abstinencia y dar limosna son prácticas refrescantes que nos ayudan a limpiar nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Nos ayudan a prepararnos para algo nuevo: participar más de lleno en la vida de fe junto con Jesús, tener un sentido más profundo de la resurrección de Jesús y lo que significa en nuestra vida, acercarnos más a nuestro Padre celestial. En fin, son muchas las cosas que podemos mejorar, cambiar.
Las prácticas de Cuaresma nos invitan a, durante cuarenta días, hacer un aparte en nuestra rutina diaria para fortalecer nuestra vida espiritual. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón. Para ello se nos recomienda pasar más tiempo en oración, hacer penitencia, ayunar y dar limosna. Al final estaremos más dispuestos a participar de la gran fiesta de la Resurrección.
En la oración nos encontramos con Dios, mientras más oramos, más nos acercamos a él y más parte de nuestra vida se hace, la oración hace que Dios sea el centro de nuestras vidas. Por esa razón la oración es tan importante durante la Cuaresma, porque nos ayuda a cambiar y a depender sólo de Dios.
El ayuno y la abstinencia nos van a enseñar a desprendernos de las cosas materiales. Esta práctica nos ayuda a lidiar con ciertas costumbres destructivas, como por ejemplo, el consumismo, la acumulación de cosas, comer más de la cuenta, etc. También nos ayudan a ser solidarios con los que carecen de lo indispensable para vivir. Esto nos dirige a la otra práctica, la limosna.
La limosna está ligada al ayuno y a la abstinencia. Al experimentar la carencia de las cosas, podemos sentir el sufrimiento de los que no tienen suficiente para vivir, los que están refugiados. La limosna nos pide compartir con lo que tenemos.
Si dedicamos un poco de tiempo para llevar a cabo estas prácticas, nuestro espíritu cambiará, seremos mejores personas y gozaremos mejor la vida nueva en Cristo.
Aprovechemos la Cuaresma para estar aun más cerca de Dios y su reino. Pongámonos en oración y en penitencia para vivir nuestra de fe de la manera en que Dios quiere que la vivamos. Descargue la Estampa de oración Convierte mi Corazón y compártala en su comunidad.