La semana pasada celebramos el día de San Valentín, el día de la amistad. Es un día para recordar y disfrutar con nuestros amigos y seres queridos. Algunos se llaman por teléfono, se envían flores, tarjetas. Otros recordamos a los amigos que están lejos, que solo podemos ver de vez en cuando y que inmediatamente ponemos pie en tierra, llamamos para juntarnos y “ponernos al día” de los acontecimientos que pasaron desde la última vez que nos vimos. Amigos que no olvidamos, con los que no hay agua ni tierra de por medio.
Cuando pienso en la amistad me viene a la mente Altá. Cuántos años de conocernos y de compartir las cosas que ocurren en nuestras vidas. Dos o tres veces al año pasamos un día juntas, en su hermosa casa, donde su mamá nos prepara un rico almuerzo que disfrutamos en la terraza. Altá es una mujer llena de Dios, con una espiritualidad que te contagia, una fe que te llena de fuerza y valor. Conversar con ella es como recibir una descarga del Espíritu Santo.
La amistad es una de las relaciones más satisfactorias y complejas del ser humano. No me atrevo a definirla. Todos tenemos un buen amigo(a) en quien confiamos, a quien recurrimos, quien sabemos nos ama y aprecia tal como somos. Pero todos tenemos un amigo común, Jesús, quien es el mejor de todos los amigos, quien, su amor por nosotros lo llevó a ofrecer su vida en la cruz. Cultivar una amistad verdadera con Jesús nos prepara para vivir una vida plena, llena de amor, satisfacción y confianza en la que Dios está siempre con nosotros.
Les invito a hacer una costumbre, pasar cinco minutos con Jesús todos los días. No lo van a lamentar.
Actividad: Dé a los niños una hoja de papel de construcción y pídales escribir una oración por un amigo e ilustrarla a su gusto. Cuando esté terminada pueden entregarla al amigo.