Vivo en un lugar poco poblado y una de estas noches, al llegar a casa, miré hacia arriba y me quedé absorta mirando el cielo estrellado. Siempre me maravilla el ver las estrellas tintinando en lo infinito. Me quedé un rato observando las miles de estrellas, grandes, pequeñas, muy brillantes, otras opacas, pero todas milagrosamente sostenidas en el espacio. Fue un gran deleite que llenó mi espíritu de paz y también de sobrecogimiento ante tanta majestuosidad, tanta belleza. Entonces recordé a Santiago: “Todo buen regalo, todo don acabado viene de arriba, del padre de los astros.” (Sant 1:17) Sí que es extravagante nuestro Dios.
Estos momentos de deleite no son más que regalos que, desde arriba, nos llegan diariamente. Es muy fácil darlos por sentado y olvidar agradecer al Creador por todas esas bendiciones que disfrutamos y que nos llegan gratuitamente y nos llenan de alegría. No somos agradecidos si al disfrutar de estas dádivas no nos detenemos a dar gracias al dador de “todo buen regalo”.
Qué bueno sería si pudiéramos exclamar, ¡gracias Padre! Mostrando así nuestra gratitud a nuestro Padre celestial por todas las bendiciones recibidas.
Actividad: Invite a los niños a iniciar una nueva costumbre, dar gracias cada noche por cinco regalos que Dios les dio ese día.
Dulce M. Jiménez Abreu