Las últimas semanas las he pasado encerrada en casa, recuperándome de una cirugía en mi pie derecho, sí, mi pie derecho. Lo que significa que no puedo guiar mi auto y que tengo que depender de mis amigos o de taxis para ir al médico, a la terapia, al supermercado, a la misa. Donde quiera que necesite ir tengo que depender de alguien para que me lleve, cosa que no es muy fácil para mí.
Estos días, medio inválida en casa, me han dado la oportunidad de ejercitar la paciencia, ponderar la dependencia de otros y, algo muy importante, apreciar el valor de la amistad.
El tener que estar postrada en cama con mi pie elevado, me obligaba a esperar. No era tan difícil porque sabía que alguien llegaría en cualquier momento. Esperar por el taxi era otra cosa, no me gusta llegar tarde y aquí en mi pueblo los taxis no son tan frecuentes, cosa que no sabía. Tenía que esperar, lo que probaba mi paciencia, así que decidí llamar una hora antes de mi cita para llegar a tiempo a la terapia a cinco minutos de mi casa.
Acostumbrada a valerme por mí misma no me es fácil depender de otros. Por otra parte, me da pena molestar a la gente, ya que todos tienen sus propias preocupaciones y quehaceres. Pero mis amigos no esperaban que llamara, me traían la comida, me llamaban para llevarme al supermercado, a la iglesia. Siempre había alguien dispuesto a ayudar.
Han sido muchas y muy ricas las experiencias que he tenido estos días. Primero, el tener que detener mi acelerado trote de vida me dio la oportunidad de detenerme a pensar y de pasar más tiempo meditando en las cosas importantes en nuestras vidas, por ejemplo, pasar un poquito más de nuestro día con el Señor o llamar a algunos familiares o amigos con los que hacía mucho no hablaba. Esto me ha llenado de paz y gozo.
Sobre todo, en estos días pude apreciar el valor de la amistad. No me faltó compañía, comida, quien me llevara al médico o la terapia. Esto me ha llenado de gratitud y aprecio por los que tan desinteresadamente han tomado de su tiempo para dedicarlo a mí y mis necesidades. Ah, también que dependemos uno del otro, que no somos totalmente independientes.
Todo obra para bien. He aprendido a tener más paciencia, a valorar más a mis amigos y a dar más gracias por la amistad.
Actividad: Esta semana, cuando llegue a la casa, después del trabajo, tómese tiempo para tomar una taza de té o café, o simplemente siéntese en un lugar tranquillo sin hacer nada durante cinco o diez minutos.
Dulce M. Jiménez Abreu