El tiempo de la Navidad cierra con una bella fiesta, la Epifanía. La palabra tiene significados que se usan en religión como en otras disciplinas. Así oímos, por ejemplo, "He tenido una epifanía," o, "Fulano por fin tuvo su epifanía," queriendo decir que se ha tenido un momento de luz o de entendimiento. Se ha logrado, después de mucho estudio y reflexión, una nueva interpretación de algo en particular.
Esto parece indicar Mateo cuando en su evangelio nos dice que unos "sabios" del Oriente, que se dedicaban al estudio de las estrellas, llegaron a Jerusalén preguntando dónde estaba el recién nacido rey de los judíos. Hombres estudiosos de otras tierras se presentan ante una familia pobre para "adorar" a su bebito. ¡Vaya contraste! Los ricos, los pobres, los extranjeros, los estudiosos, los sencillos, están representados en esta imagen que nos da Mateo. La razón es poderosa: Dios se manifiesta al mundo entero por medio de su hijo Jesús, y son estos señores venidos de lejos quienes dan la noticia.
San Francisco de Asís toma este relato de Mateo del nacimiento del niño Jesús, y lo une al relato del evangelio de Lucas para crear la famosa velada navideña. Es una velada llena de milagros, sorpresas, bendiciones y emociones que ya todos los cristianos no sabemos vivir sin ella. Si ponemos a un lado los excesos comerciales y derroches personales, debemos admitir que en esta época se multiplican las obras de caridad y los esfuerzos por mejorar las relaciones humanas. Los regalos de los Reyes Magos, y ahora también los del Niño Dios, Papa Noel, o Santa Claus, más los nuestros, han ido formando una conciencia preocupada por el bienestar de los demás; una verdadera epifanía.
En estos últimos días de Navidad, inculquemos en nuestros pequeños el sentido de la compasión por aquellos que no tienen nada. Si reciben varios regalos, que se desprendan de uno y se lo regalen a otro niño que no tenga. Eso hicieron los Reyes Magos cuando le ofrecieron al niño Jesús lo mejor de ellos.