Este mes de diciembre celebramos dos fiestas de la Virgen María. La Inmaculada Concepción es el 8 y Nuestra Señora de Guadalupe el 12. Las dos celebraciones nos muestran dos diferentes perspectivas de la evangelización. María fue y sigue siendo la primera discípula de Cristo. Su ejemplo como evangelizadora, nos inspira hoy para poder salir a compartir a su hijo Jesús con las personas en nuestro camino.
Primero, la Inmaculada Concepción es una oportunidad para reflexionar sobre el valor que tuvo María cuando estaba embarazada del niño Jesús. Todos conocemos la historia del embarazo de la Virgen María, quien concibió por obra del Espíritu Santo. Me imagino que en los tiempos de María, a muchas personas les parecía un escándalo que María dijera que estaba embarazada del Espíritu Santo. Pero ella tuvo que tener una valentía para poder superar todo lo que se decía. Ese mismo valor debemos tener todos nosotros en nuestros esfuerzos evangelizadores. Para muchos de nosotros, salir a evangelizar es algo que los católicos no acostumbramos a hacer. Pero el mismo papa Francisco nos acaba de escribir en el documento Evangelii Gaudium, que tenemos que poner toda nuestra energía en la evangelización. Incluso, el Papa nos dijo que hay que hacer la evangelización con júbilo y no con amargura. María es nuestro modelo de esta evangelización porque ella siempre está llena de alegría y de gracia.
Guadalupe, para muchos mexicanos, es parte de la identidad y la cultura nacional de su país. En Guadalupe vemos que ella, siendo morena se apareció a un indígena y le pidió que construyera un templo a su hijo, Jesús. Como todos conocen la historia, para Juan Diego no era fácil convencer a un obispo que la Virgen se le estaba apareciendo, y luego pedirle que se hiciera una iglesia. Esto requería no solo de valor, sino también de paciencia y determinación. La evangelización requiere estas tres cualidades, y pienso que la Virgen María es un buen ejemplo para imitar, y para pedirle que nos ayude a cultivar esas tres cualidades.
En la catequesis se nos hace fácil enseñar oraciones, credos y hasta la vida de los santos. Pero muchas veces, se nos hace difícil o se nos olvida enseñar sobre cómo compartir la vida de Cristo con nuestros compañeros. Especialmente, son pocas las veces que tocamos el tema de la evangelización, esto requiere el valor, la paciencia y la determinación que nos enseñó la Virgen María. Este mes de diciembre, todos nosotros deberíamos centrarnos un poco más en estas tres cualidades. Para que al final del Adviento estemos bien preparados para recibir de nuevo al Salvador de la humanidad. Pero para estar bien preparados, necesitamos tener valor, paciencia y determinación.
Victor Valenzuela