Siempre me ha extrañado que aquí en los Estados Unidos cuando las personas se conocen por primera vez las preguntas "¿A qué te dedicas?" o "¿En qué trabajas?" son las primeras que se hacen. Al principio esto me causaba no solo un desconcierto sino también incomodidad. Me preguntaba por qué tenían las personas que definirse por su trabajo y no simplemente por ser personas. Después del colapso económico del 2008 y sus consecuencias desastrosas para tantas miles de personas despedidas de su trabajo, comprendo el orgullo que sienten las que aún tienen uno o las que acaban de encontrar uno.
El trabajo y la dignidad humana van tomadas de las manos; son elementos esenciales del bienestar de los pueblos, de los derechos humanos y de los temas desarrollados por la doctrina social de la Iglesia. Hablando de la dignidad del trabajo, el Papa Juan XXIII en su encíclica Pacem in Terris escribió que los trabajadores tienen derecho a "exigir tales condiciones de trabajo que no debiliten las energías del cuerpo, ni comprometan la integridad moral, ni dañen el normal desarrollo de la juventud." Esto no siempre ha sido el caso. Ya a finales del siglo 19, y a raíz de la revolución industrial que iniciara el gran impulso económico internacional, los problemas laborales aumentaban a la par de la creciente economía. A los trabajadores no se les tomaba en cuenta y se les exigía rendir inhumanas horas de trabajo, no menos de 18 diarias. La lucha por modificar las leyes laborales que las limitaran a 8 se cobró muchas vidas antes de que se le prestara la debida atención al problema. Aún así, las modificaciones no incluían a niños o mujeres. Los derechos de estos se lograron muchos años después, y solamente en algunos países. Todavía hoy la esclavitud de trabajadores (niños, mujeres y hombres) es tema de preocupación internacional.
La celebración del Día del Trabajo se festeja actualmente con mucha algarabía, fiestas, ventas especiales, y hasta el paro de ciertos servicios civiles y privados. Sin embargo la festividad debe darnos también un motivo para identificarnos con la angustia de quienes no han logrado encontrar un trabajo que les permita vivir dignamente, y con aquellos todavía sometidos a contratos laborales injustos. Qué sabias las palabras de Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens: "El trabajo de los obreros es el que produce las riquezas de los Estados." #14
Actividad
Si eres catequista, ¿qué tal si preparas con tus estudiantes una oración por las personas necesitadas de un trabajo? Divide a los estudiantes en grupos pequeños: 1. Para componer una oración inicial. 2. Para preparar la lectura de la Biblia (pueden usar Génesis 2:15-16) y explicar su significado. 3. Para escribir algunas peticiones. 4. Para elegir una canción del misalito. Aquí al final encontrarás una oración que pueden usar para concluir la sesión, cópiala: