Hoy voy a ha tocar un tema del que no se habla, algo sobre lo que no pensamos con mucha frecuencia, las virtudes. El Catecismo define virtud como una “disposición habitual y firme de hacer siempre el bien”, continúa diciendo que las “virtudes morales se adquieren con el esfuerzo humano ayudado por la gracia de Dios”; las virtudes teologales son dones gratuitos de Dios. Las virtudes permiten a las personas “no sólo a realizar actos buenos, sino a dar lo mejor de sí mismas”.
Las virtudes se han agrupado en dos grandes grupos: cardinales y teologales. Las virtudes cardinales son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas virtudes cardinales son la base para todas las demás virtudes humanas.
Las teologales, fe, esperanza y caridad, son dones de Dios que nos ayudan a actuar como hijos de Dios y a tener una estrecha relación con la Santísima Trinidad. Estas virtudes son la base de las virtudes humanas.
Y, por qué tenemos que ser virtuosos? Ser virtuoso no es algo con lo que nacemos sino algo que aprendemos y que podemos cultivar. Las virtudes nos llevan a vivir vidas sanas, a dar lo mejor de uno mismo. Son muchos los beneficios que obtenemos: vivir mejor y acercamos más a Dios, ser mejores discípulos de Jesús, actuar de acuerdo a la voluntad de Dios, ser mejor persona, la lista puede extenderse. En nuestro mundo convulsionado, lleno de injusticias y desatinos, practicar las virtudes nos ayuda a centrarnos en lo que es importante y poner las cosas en su justo lugar.
Ideas
Esta semana vamos a practicar deliberadamente una de las virtudes.
Lea un poco más sobre las virtudes
Si es catequista puede enseñar a los niños los actos de fe, esperanza y caridad imprimiendo la tarjeta de oración.