Todos los días me impresiona más la actitud del Papa Francisco frente a las tragedias humanas. Tomen, por ejemplo, su primer viaje fuera del Vaticano a la isla italiana de Lampedusa para hacer una ofrenda floral en el mar, lugar donde más de 25,000 inmigrantes africanos han perdido la vida en los últimos 20 años intentando llegar a la isla, punto de entrada a Europa. No hay duda que la misión social de Jesús juega un papel muy importante en la misión del Papa.
El lamento de los inmigrantes es uno que muchos de nosotros conocemos bien. Puede ser que tú seas uno de ellos. Has dejado atrás casa, familia, cultura, idioma, hijos, todo lo conocido por venir a este país en busca de una vida mejor. Muchos han sido los sufrimientos y abusos que tú y otras personas han superado animados por la esperanza de ver un mañana risueño. Tus experiencias se hacen eco en las de José, María y Jesús huyendo a Egipto para refugiarse de la persecución de Herodes.
Según las estadísticas más de 200 millones de personas han emigrado de un país a otro desde 2006, y unos 640 millones lo harían si pudieran. Por un lado muchos migran por contratos de trabajo, asuntos diplomáticos, misiones religiosas, empresas internacionales, servicios profesionales, educación, aventura, o simplemente por ir en busca de un lugar donde jubilarse. Por otro lado, sin embargo, son los más quienes buscan un refugio de las persecuciones (políticas y religiosas), la opresión, el genocidio, el hambre, los desastres naturales y otras tragedias similares. Son estas personas el centro de atención tanto de la Iglesia como de los organismos internacionales sobre los derechos humanos. Todos tenemos derecho a una vida digna y a buscarla donde mejor la podamos encontrar.
En estos días cuando se debate en el congreso la reforma migratoria de nuestro país sería bueno tener presente las palabras del Papa durante la Misa que celebró en Lampedusa después de la trágica muerte de siete africanos tratando de llegar a las costas italianas: "Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra." "¿Quién es responsable de la sangre de estos hermanos? Ninguno...hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna." "Pidamos al Señor que nos dé la gracia de llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo." Francisco también pidió perdón por "todos aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas."
Las palabras de Jesús deberán inspirarnos también a continuar todo esfuerzo por mejorar nuestras leyes migratorias: "Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me vinieron a ver." (Mateo 25, 35-36)