La semana pasada Víctor nos recordaba aprovechar las vacaciones de verano para nutrir nuestra vida espiritual. El pasado mayo escuchaba a Kathy invitarnos a disfrutar de la naturaleza y verdaderamente que el verano es una estación para renovar nuestro espíritu apreciando la naturaleza y detenernos a contemplar las grandezas, en las cosas pequeñas, que vemos en la creación. Estoy pesando especialmente en las personas que vivimos en el norte del país donde tenemos vida al aire libre solo durante esta época del año. Pero las que viven en lugares donde siempre hay verano también pueden disfrutar de su medio ambiente de manera especial.
Durante el verano tenemos las flores, que adornan nuestros jardines con todo sus colores y majestuosidad, ¿quién puede vestir esos colores? Ni Salomón con toda su riqueza. No tenemos que hacer nada sino contemplarlas. Los pajaritos que entonan su trino temprano en las mañanas invitándonos a dar la bienvenida a un nuevo día de sol y de color. Las lluvias que despejan la humedad del aire y por un momento nos detienen para dejarla pasar, llenando todo con su olor a tierra mojada. Las ardillas que diligentes recogen sus semillas para almacenar para el invierno, invitándonos a hacer lo mismo, almacenar nuestra energía espiritual para el largo invierno. Y así todo lo creado puede invitarnos a fortalecer nuestro espíritu.
Estos son algunos de los acontecimientos del verano que pueden llevarnos a un encuentro con nuestro Creador, si nos detenemos a por un momento y contemplamos su gloria.
Durante el verano también podemos mantener el contacto con las familias de los niños de nuestros programas de educación religiosa, ya sea por correo, por email o por medio de volantes entregados después de las misas. Estas son algunas cosa que podemos hacer en nuestras familias y compartir con nuestros hijos durante el verano y con las familias de los niños en nuestros programas.
Actividades para hacer durante el verano
Escoja una o dos de estas ideas y envíelas a las familias para que hagan con sus hijos.