Octubre 1, 2012 Creemos Temas Santos, Creemos Catequetico- Oracion
De todas la conversaciones en las que he participado sobre lo que haríamos si nos ganáramos la lotería, son pocas en las que se ha mencionado dedicar una porción a trabajos caritativos, y ninguna en la que se ha dicho con toda sinceridad que todo el dinero lo dedicarían al apostolado, quedándose con absolutamente nada. Si has participado de estas conversaciones, y alguien ha expresado tal sentimiento, considérate una persona dichosa. A menos que seas tú esa persona.
El desapego al dinero, a las cosas que nos rodean, a la posibilidad de tener una vida más y más holgada, es sumamente difícil. Siempre lo ha sido. El poder de adquisición ha marcado sociedades enteras, nos ha conducido a guerras familiares, ha desdeñado a muchos, y creado división de clases, al punto que las personas desafortunadamente pobres han pasado a ser invisibles. Es por eso que la figura de San Francisco, su vida austera y entregada al apostolado entre los invisibles, será siempre un faro de luz, un reto, un ideal. Y es más significativa puesto que nació en cuna rica, y rodeado de todo lo que la sociedad de su época (siglo XII) le podía ofrecer. Su padre, próspero comerciante de telas en la Europa de entonces, le dio educación y puesto en la sociedad privilegiada de Italia.
Así empezó la vida de Francisco, quien, por cierto, al nacer le pusieron el nombre Giovanni, pero su padre le apodó Francesco, o el francesito, por su afinidad comercial con Francia. La juventud de Francisco giró en torno a una vida despreocupada, fácil, sin medirse en sus gastos ni gustos. El Señor, sin embargo, le proveyó las experiencias que le harían cambiar de rumbo. Y, ¡de qué manera! Mendigando con los mendigos descubrió al Jesús andrajoso y sucio; con los enfermos al Jesús sufriente; con la naturaleza al Jesús espiritualmente renovado, y entre los animales al Jesús hermano. Al pasar de rico a pobre por decisión propia, motivado por las palabras de Jesús a sus discípulos: ¡Pónganse en camino! Sepan que les envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni morral, ni sandalias... (Lc., 10), Francisco nos da lecciones de cómo vivir los ideales del Evangelio sin perder la integridad o el gozo de vivir.
Fundó la Orden de los Hermanos Menores movido por los muchos que simpatizaban con él. Hombres y mujeres adoptaron su lema de seguir las enseñanzas y los caminos de Jesús. Con Clara de Asís se fundó la Orden de las Hermanas Clarisas, y con aquellas personas que todavía vivían en casa (los laicos) nació la Tercera Orden. La espiritualidad de Francisco fue motivo de inspiración: sus cantos y poesías, sus prédicas a humanos y animales, sus estados de éxtasis y sus lamentos por las condiciones de la Iglesia, iban de boca en boca animando adeptos y curiosos. La libertad y paz interior que no logró en la juventud la disfrutó plenamente en el camino del Señor. El final de la vida lo encontró sumido en la enfermedad pero felizmente entregado. Murió cantando el salmo 41.
Actividad El amor de Francisco por la naturaleza y los animales creó la costumbre de bendecir nuestras mascotas y animales de las fincas en su día. Si la parroquia sigue esta costumbre, invite a sus estudiantes a que lleven sus mascotitas a la bendición. Si no existe tal costumbre, reproduzca este fragmento del Cántico de las Criaturas compuesto por San Francisco, récelo en clase y pídale a sus discípulos que lo recen en su casa con la familia.
-Rosa Monique Peña
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