Las celebraciones de este fin de semana cerraron el verano, se terminaron las vacaciones, se inicia un nuevo año escolar. Siempre vamos de una actividad a otra. En esta carrera, dentro de una sociedad en constante cambios que nos lleva muy rápido, muchas voces nos llaman a hacer diferentes cosas. Entre todas esas voces también está la voz de Jesús llamándonos a servir, a ser agentes de nueva evangelización. Muchas veces este llamado es ahogado por las demandas de nuestras ocupadas vidas.
Como agentes de nueva evangelización estamos llamados a usar nuestros talentos para hacer un trabajo que nadie más puede hacer, para llevar la buena nueva del amor de Dios a otros a nuestro alrededor. No es que sea algo nuevo, es hacerlo de nuevo porque lo hemos dejado de hacer.
He estado seriamente pensando en abrir mis sentidos para estar atenta y acallar las voces que ahogan el llamado de Jesús, para escuchar cuando él me está llamando y donde me quiere enviar. También quiero invitarles a que hagan lo mismo. Tomar un momento para aquietar las voces que no acosan y hacer una acción de “agente”. Recuerdo que cuando era pequeña visitábamos los hospitales. Especialmente el hospital de niños, ellos se ponían tan contentos cuando nos veían y escuchaban con atención las historias que les leíamos (eran niños como nosotros).
Comer juntos en familia por lo menos dos veces a la semana y durante la comida conversar sobre asuntos que interesen a los miembros de la familia.
Apagar el televisor cuando estén comiendo.
Dedicar unos minutos todas las noches para rezar conscientemente por las personas que le han pedido rezar por ellas.
Apagar el radio del automóvil y dedicar ese momento a una conversación con Dios.
Llamar por teléfono a los amigos y familiares, especialmente los ancianos, para saber de ellos.
Visitar a algún familiar o vecino enfermo. Puede incluir a sus hijos en estas visitas.
Fijar momentos y tiempo para mirar el Internet y mensajes de texto.
Lamar por teléfono en vez de enviar mensajes de texto.
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