El nacimiento de un esperado bebé es siempre un evento muy especial. Lo es aún más si los padres trataron de concebir por mucho tiempo sin conseguirlo. En la antigüedad el no tener hijos significaba haber sido rechazados por Dios; haber recibido una maldición. Este fue el caso con los padres de María. Según el evangelio apócrifo de Santiago, Joaquín y Ana, ya de edad avanzada, no tenían descendencia. La sociedad los miraba con malos ojos, y las ofrendas que Joaquín hacía en el templo no se las aceptaban. Con frecuencia Ana y Joaquín le rogaban a Dios por una criaturita, tanto así que prometieron ofrecerla al servicio del templo si se les concedía su oración. Un buen día un ángel se le apareció a Joaquín comunicándole que su esposa Ana daría a luz una niña a la que deberían llamar María pues ella sería la Madre de Dios. Ana recibió la misma visita del ángel, y con la misma noticia. ¡Imagínense la alegría de ambos!
A los tres años de haber nacido María, Joaquín y Ana cumplieron su promesa de ofrecerla al servicio del templo. Allí la llevaron y pusieron en manos de las personas encargadas de su educación y entrenamiento junto con las demás niñas vírgenes. A los doce años, cuando a las niñas se les buscaba esposos, María prefirió seguir en el templo tomando votos de virginidad. Sin embargo los encargados decidieron que de todas maneras la ofrecerían en matrimonio, escogiendo a José, quien la llevaría a su casa respetando el voto que ella había tomado.
La fiesta de la Natividad de María, Madre de Dios, nos viene del Medio Oriente, posiblemente de Siria o Palestina, durante el siglo VI. Una leyenda cuenta que un 8 de septiembre una persona oyó ángeles cantando, y al preguntar por qué cantaban, dijeron que porque la Virgen había nacido una noche como esa.
El nacimiento de María, nuestra madre, nos recuerda que el nacimiento de todo ser humano es una bendición la cual respetamos y defendemos siempre. Nos recuerda también que nosotros, al igual que María, llevamos en nuestras entrañas a Jesús para darlo a los demás con nuestro ejemplo de entrega total. Madre de Dios y madre nuestra, ¡qué alegría celebrar hoy tu nacimiento!
Madre amorosa, María, que un 8 de septiembre abriste los ojos al mundo para bendecirlo y arroparlo con tu santo manto maternal, sé nuestra luz y guía en nuestro camino a Jesús. Protege a toda criatura que viene a este mundo, especialmente a las que pierden a sus madres, y llévalas de la mano durante las alegrías y las penas de su jornada por la vida. Te lo pedimos por tu hijo Jesucristo. Amén.
- Hermana Rosa Monique Peña
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