El rosario es una de las devociones católicas más antiguas. Surgió alrededor del año 800 en los monasterios como salterio de los laicos, que en su mayoría no sabían leer. Mientras que los monjes rezaban el salterio, los laicos rezaban 150 Padrenuestros, luego se agregaron 150 Avemarías. A estos se les añadieron meditaciones sobre la vida de Jesús y María, convirtiéndose aquellas en lo misterios del rosario. Así fue evolucionando hasta que los misterios fueron agrupados en tres grupos de cinco misterios cada uno, misterios gloriosos, gozosos y dolorosos. Luego, no hace mucho, el papa Juan Pablo II añadió otro grupo de misterios, los misterios de la luz.
El 7 de octubre la Iglesia celebra el día del Rosario, pero todo el mes es considerado el mes del Rosario. Recuerdo que de pequeña solíamos ir a la iglesia todas las tardes durante el mes de octubre a rezar el rosario. Algo que marcó en mi vida, en lo referente al rezo del rosario fue la visita del padre Peyton a mi país con su campaña “La familia que reza unida, permanece unida”. Con él íbamos de casa en casa a rezar el Rosario. Su amor por María era profundo y su confianza en el Rosario como oración eficaz no tenía límites.
Es común ver un rosario colgando en el espejo retrovisor de los carros, pero también últimamente, el rosario se ha popularizado como objeto de adorno. Vemos rosarios de oro, de plata, de perlas, de cristales, etc. adornando los cuellos de muchas personas, incluso no católicas que no saben cuál es el significado de la prenda que exhiben. Creo que María cuida de todas esas personas, aun cuando ellas no se percaten de ello. Pero, ¿cuál sería el resultado si todas esas personas que llevan un rosario en su cuello lo rezaran todos los días? Quizás tendríamos más paz en el mundo, menos hambre, más compasión, menos depresión, más solidaridad y mucho más.
Al rezar el Rosario nos aquietamos. El rezo monótono de las oraciones nos introduce en un estado de paz donde nos encomendamos a María, nuestra Madre y sentimos su apoyo y comprensión. Al meditar en algunos acontecimientos de la vida de Jesús y María aprendemos más sobre nuestra fe, nos acercamos más a Jesús y a María, aprendemos a amarlos y conocer cuánto nos aman ellos.
Que hermoso sería si este mes de octubre empezáramos una nueva costumbre en nuestras familias; rezar juntos una década del rosario todos los días, no nos toma más de cinco minutos y nos puede dar horas de tranquilidad y paz en nuestros hogares. Como decía el padre Peyton: “Que nuestra madre y su Santo Hijo les bendiga”.
Dulce M. Jiménez Abreu