Ya las clases de catequesis están en descanso por el verano. Nosotros los catequistas estamos tomando un tiempo para descansar y renovarnos para el año que viene. Estamos conscientes de que debemos tomar no solo un tiempo, sino todos los días, o por lo menos una o dos veces por semana para reflexionar y estar en la presencia de nuestro Señor Dios. Es difícil encontrar tiempo y espacio para poder entrar en oración y uniros a Jesús.
La realidad es que no creamos estos espacios sagrados. Nuestros hogares, nuestras iglesias y nuestros lugares de trabajo están tan saturados con tantas cosas que no nos damos el tiempo y el espacio para escuchar la voz de Dios. Este espacio no es solo en un salón físico sino también el espacio necesario en nuestros corazones. Tenemos que apartar un tiempo y un espacio en nuestros corazones para ver cómo Dios es importante en nuestra sociedad.
A la misma vez que nos privamos de este espacio sagrado, también no se lo ofrecemos a las personas en nuestras vidas que están muy necesitadas de este espacio. Me refiero a las personas que están al margen de la sociedad, como los ancianos, los pobres, los jóvenes, los inmigrantes, los incapacitados, los homosexuales, etc. Estas personas también necesitan su espacio sagrado donde ellos puedan ir a estar en la presencia de Dios. Estas personas que son rechazadas o maltratadas por la sociedad, son personas que tienen dignidad porque son creadas por nuestro Dios. Nosotros les podemos mostrar ese espacio para encontrarse con el creador. Muchas veces porque solo tenemos nuestros intereses muy presentes, se nos olvida que hay personas que sufren; agonizan porque nadie les presta el tiempo para estar con ellos. Muchos de ellos no conocen el amor de Dios. Está también el miedo que tienen de venir a nosotros por el temor de que los vayamos a rechazar; no se sienten seguros, no se sienten aceptados y no se sienten amados.
Este verano, mi meta es crear un tiempo y espacio sagrado para mí y a la misma vez crear un espacio sagrado y seguro para las personas que no sienten el amor de Dios. Hace unos días escuché al monseñor José Gómez de la arquidiócesis de Los Ángeles decir que es necesario que todos veamos lo importante que es Dios para el mundo, pero también es importante que reconozcamos que nosotros somos importantes para Dios.
Victor Valenzuela