Un par de semanas atrás oímos el evangelio sobre el Buen Pastor en el cual Jesús nos dice que él vino para que tengamos vida en abundancia. Haz una prueba sobre lo que esto significa. Pregúntale a tus hijos, a tus alumnos, o a tus amigos qué entienden ellos con esta frase: tener vida en abundancia. Seguramente oirás respuestas de todo tipo: intelectuales, psicológicas, comerciales, espirituales. Para algunos la vida en abundancia tiene que ver con estar libres de deudas y poseer muchas cosas; para otros significa tener salud; tal vez para muchos es el deseo de tener una relación con alguien que les llene de alegría y bienestar; y no faltarán quienes busquen la abundancia en la intimidad con Dios.
La fiesta de Pentecostés nos recuerda de nuevo esa promesa de Jesús de darnos vida en abundancia. Él nos prometió que el Espíritu vendría y se quedaría con nosotros para darnos a entender todo lo que él nos enseñó en vida. Y, ¿cómo hace eso el Espíritu? Con la abundancia de sus dones. La Iglesia menciona siete, ninguno de los cuales tiene que ver con deudas monetarias, vida holgada o salud. De tener estas bendiciones también, no estaría de más darle las gracias a Dios. Los dones del Espíritu son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Mirémoslos de esta manera:
Sabiduría para distinguir lo que viene de Dios de lo que no es de Dios. Es muy fácil confundir su voluntad con la nuestra o la de quienes pretenden representarle.
Inteligencia para entender las enseñanzas de Jesús y saber imitarle.
Consejo para saber tomar decisiones honestas basadas en una conciencia bien formada. Esto exige tiempo para reflexionar, buscar ayuda, y orar.
Fortaleza para mantenernos firmes en nuestros valores cristianos y en nuestra responsabilidad de ser testigos de Jesús.
Ciencia para darnos cuenta que la fe necesita ser alimentada con el estudio, la oración, y la acción social, de lo contrario se va acartonando y enflaqueciendo.
Piedad para que nuestros corazones sean amplios, acogedores y compasivos, no solo con nuestros semejantes, pero también con toda la creación.
Temor de Dios para tomar en serio las cosas de Dios. No tiene sentido decir ahora "creo en Dios", y luego callar con actitudes contrarias a esa creencia.
Conservemos estos dones poniéndolos en un lugar asequible (sea nuestro libro de oraciones o la puerta de la nevera) que nos recuerden lo muy cerca que está el Espíritu Santo de nosotros. No solo eso, piensa también en los frutos que estos dones producen: caridad, alegría, paz, paciencia, longanimidad (resignación), bondad, benignidad (compasión), mansedumbre (humildad), fidelidad, modestia, continencia (moderación), castidad. (Ga 5, 22-23).
Si todo esto no es "vida en abundancia", entonces ¿qué es?